Wednesday, July 30, 2025

LAS DIEZ DECLARACIONES DIVINAS

 

LAS DIEZ DECLARACIONES DIVINAS
Un Análisis Espiritual, Literal y Profético del Pacto Eterno de Dios

Introducción

Las conocidas “Diez Palabras” o “Diez Mandamientos” que Dios proclamó en el monte Sinaí no son simplemente una lista de prohibiciones morales. Son declaraciones fundamentales que expresan su carácter, sus expectativas y su deseo de una relación con un pueblo santo. Este folleto ofrece un estudio profundo de cada una de estas declaraciones, explorando su sentido literal, su interpretación espiritual, y su relevancia profética para nuestros tiempos.


DECLARACIÓN 1: “Yo soy YHVH tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto…”

Esta declaración establece el fundamento del pacto: Dios es el libertador. En su sentido espiritual, Egipto representa la esclavitud del pecado, y Faraón a Satanás. El Cordero de Dios (Jesucristo) nos libera por medio de su sacrificio. Esta afirmación divina exige fidelidad exclusiva.

DECLARACIÓN 2: “No te harás imagen ni ninguna semejanza…”

Este mandamiento prohíbe crear representaciones visibles de Dios. No se trata de que Dios no tenga forma, sino que no debe representarse con medios materiales o imaginación humana. La Biblia revela que Dios es una familia compuesta actualmente por dos seres: el Padre (el “Anciano de Días”) y el Hijo (el “Vocero”). Ambos poseen cuerpos gloriosos, inmortales, hechos de energía divina. Nos crearon a su imagen y semejanza, con estructura corporal similar (rostro, brazos, piernas), pero hechos del polvo de la tierra y en condición mortal.

Por tanto, aunque fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso no nos autoriza a fabricar una imagen de él, porque cualquier intento humano sería una distorsión de su gloria. Además, el Espíritu Santo no es una persona, sino la energía divina que fluye de Dios. Los judíos, al negar la corporalidad gloriosa de Dios y considerar a Dios como incorpóreo, están describiendo en realidad la naturaleza del Espíritu Santo, no del Padre ni del Hijo. Dios es uno en unidad familiar, como lo expresa el Shema:

שׁמע ישׂראל יהוה אלהינו יהוה אחד׃
“Escucha Israel: YHVH nuestro Dios, YHVH uno es”.

La palabra “uno” (ejád) expresa unidad compuesta, como en una familia. No se refiere a una trinidad, sino a una familia divina con varios miembros.

DECLARACIÓN 3: “No tomarás el nombre de YHVH en vano…”

El mandamiento se refiere al uso vano, falso o vacío del nombre divino. La costumbre de sustituir YHVH por “Adonai” nace de un temor mal dirigido. El nombre representa su existencia eterna: “Seré el que Seré”. Llevar su nombre implica reflejar su carácter.

DECLARACIÓN 4: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo…”

El Shabat es una señal visible del pacto. Simbólicamente, es una marca en la mano (no trabajar) y en la frente (comprensión). En contraste, la observancia del domingo puede interpretarse como la marca de la bestia en la frente y la mano, por alterar el día señalado por Dios.

DECLARACIÓN 5: “Honra a tu padre y a tu madre…”

Esta ley exige un honor práctico: sustento, cuidado, valoración. En su dimensión espiritual, el Padre es Dios y la Madre es la congregación que nutre y protege. La honra se traduce en apoyo, fidelidad y participación activa. El “corbán” mal interpretado invalidaba este mandato.

DECLARACIÓN 6: “No asesinarás”

El verbo hebreo implica asesinato premeditado. Dios diferenció entre homicidio intencional y accidental mediante las ciudades de refugio. El aborto es considerado derramamiento de sangre inocente, como lo refleja una lectura literal de Génesis 9:6.

DECLARACIÓN 7: “No cometerás adulterio”

El adulterio destruye el reflejo terrenal de la Familia de Dios. Según Levítico 20:10, el adulterio acarrea consecuencias graves, incluso espiritualmente, por tratarse de un quebranto de pacto.

DECLARACIÓN 8: “No robarás”

Robar incluye el fraude al asalariado, al pobre, a la viuda y al huérfano. Malaquías denuncia a los sacerdotes que se apoderaban de los diezmos. La ley levítica instruía que el diezmo se recogiera cada tres años y fuera compartido, no acumulado por líderes religiosos.

DECLARACIÓN 9: “No darás falso testimonio contra tu prójimo”

La justicia depende de la verdad. Este mandamiento no solo condena la mentira legal, sino también la mentira religiosa y doctrinal. Falsificar el mensaje divino es una forma grave de testimonio falso.

DECLARACIÓN 10: “No codiciarás…”

La codicia es la raíz de los pecados anteriores. Este mandamiento revela que la ley de Dios también se aplica al corazón y a las intenciones, no solo a las acciones. El contentamiento es una virtud clave.


Conclusión

Estas diez declaraciones no son solo reglas, sino revelaciones del carácter de Dios. Cada una se proyecta hacia dimensiones sociales, espirituales y proféticas. Fueron escritas en tablas dobles, posiblemente con el texto completo en ambas, siguiendo la costumbre de tratados antiguos. Su enseñanza sigue vigente, no como letra muerta, sino como ley viva escrita en el corazón del creyente por el Espíritu de Dios.

 


Epílogo: Sobre la Imagen, la Familia Divina y la Naturaleza de Dios

El segundo mandamiento ha sido tradicionalmente malinterpretado. Algunos lo usan para afirmar que Dios es completamente incorpóreo. Sin embargo, la Escritura revela que Dios —el Padre y el Hijo— tiene cuerpo glorioso, compuesto de energía espiritual autosuficiente. Nosotros fuimos hechos a su imagen y semejanza, lo que implica una estructura corporal (rostro, brazos, piernas) y, más profundamente, una esencia espiritual. No somos autorizados a representar a Dios visualmente porque su gloria no puede reducirse a materia. No es porque Él carezca de forma, sino porque ninguna forma humana puede representarlo fielmente.

Los judíos rabínicos, al negar la corporalidad gloriosa de Dios, terminan negando también la doctrina de la imagen y semejanza, así como la encarnación del Verbo. Los teólogos trinitarios, por su parte, han promovido imágenes del Cristo humano, que no reflejan al Cristo glorificado y pueden inducir una adoración desviada.

Dios no es una trinidad, sino una Familia. El Shemá (Deut. 6:4) dice claramente: שמע ישראל יהוה אלהינו יהוה אחד׃

“Escucha, Israel: YHVH nuestro Dios, YHVH uno es”.

La palabra “ejad” expresa unidad compuesta, como en “una carne” (Gén. 2:24). Así como una familia es una sola, aunque formada por varios miembros, así también es Dios: un solo Dios-Familia compuesto actualmente por el Padre y el Hijo. Y nosotros, por medio del Espíritu que emana de ellos, somos llamados a ser parte de esa misma Familia Eterna.

Este entendimiento restaura el propósito original del ser humano: nacer en la Familia de Dios, reflejar su imagen y ser guiado por su Espíritu —no por tradiciones humanas, sino por revelación divina.

Apéndice: Los Mandamientos en el Sistema Judicial Moderno — Una Acusación Profética

A pesar de que muchas naciones occidentales se autodenominan “cristianas” y sus sistemas judiciales aún conservan símbolos religiosos, como la práctica de jurar sobre la Biblia, en realidad violan flagrantemente los principios contenidos en los mandamientos del pacto divino.

������ Violación del Tercer Mandamiento: “No tomarás el nombre de YHVH en vano”

En los tribunales, es común pedir a los testigos que juren “por Dios” o “sobre la Biblia”. Esta costumbre, aunque pretende invocar solemnidad, es una forma grave de tomar el nombre de Dios en vano, especialmente cuando: - Se usa de manera ritual sin reverencia. - Se obliga a personas a invocar a Dios sin temor ni fe. - El nombre de Dios es asociado a testimonios que podrían ser falsos o manipulados.

Jesucristo fue claro: “No juréis en ninguna manera… sea vuestro hablar sí, sí; no, no.” (Mateo 5:34–37). El uso del nombre de Dios como fórmula judicial vacía es una profanación.

Violación del Noveno Mandamiento: “No darás falso testimonio”

Muchos juicios modernos dependen del testimonio de una sola persona sin evidencia sólida. En algunos casos, testigos falsos han condenado a inocentes sin justicia.

En contraste, la Ley de Dios exige: - Que todo asunto se establezca por boca de dos o tres testigos (Deut. 19:15). - Que el testigo falso reciba el castigo que deseaba para el otro (Deut. 19:16–21).

El sistema actual, al no poder garantizar la veracidad de los testimonios, expone a inocentes al error judicial y convierte la sala del juicio en un lugar donde se viola sistemáticamente la ley divina.

������ Un sistema que ignora la justicia de Dios

Aunque se usan elementos religiosos, como el juramento bíblico, el sistema judicial moderno está fundamentado en leyes humanas que no reflejan el carácter ni la justicia de Dios. No se busca la restauración ni la verdad espiritual, sino solo la sanción legal, muchas veces influenciada por intereses económicos o políticos.

������ Ezequiel 18: ¿Justicia restauradora o persecución retroactiva?

El capítulo 18 de Ezequiel afirma que Dios juzga al individuo por su conducta presente, no por su pasado si éste ha cambiado. En palabras del propio Eterno:

“Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo… de cierto vivirá; no morirá.” (Ez. 18:21)

“¿Quiero yo la muerte del impío?… ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?” (Ez. 18:23)

“Y apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma.” (Ez. 18:27)

Dios enseña que una persona puede cambiar, y si se arrepiente sinceramente y obra justicia, sus pecados pasados no deben ser recordados ni usados en su contra.

Sin embargo, el sistema legal moderno viola esta enseñanza al: - Resucitar acusaciones antiguas sin evidencia clara ni verificable. - Condenar por “culpabilidad por asociación” (por estar presente o relacionado con criminales, sin pruebas de participación). - Convertir la justicia en instrumento de venganza política o mediática.

Esto es lo que se ha convertido en una nueva forma de “cacería de brujas”. En vez de buscar la redención y restauración, el sistema busca el escándalo, la destrucción pública y la condena sin misericordia.

������ Conclusión

El uso del nombre de Dios en los tribunales modernos y la aceptación de testimonios no verificados constituye una doble transgresión del pacto. Lejos de honrar a Dios, estos sistemas lo deshonran, y muestran cuán lejos está el mundo “cristiano” del modelo de justicia establecido por el Altísimo en el Sinaí.

Este apéndice llama a reflexionar sobre la necesidad de restaurar una justicia basada en verdad, reverencia, arrepentimiento y restitución, conforme al corazón de Dios y no al modelo corrupto del mundo.

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