Friday, July 25, 2025

La Tolerancia al Divorcio Antes de Cristo

Antes de Cristo: La Tolerancia al Divorcio y la Inmadurez Espiritual

Antes de la venida del Verbo hecho carne, la humanidad no tenía revelación plena de quién era Dios, ni del propósito trascendente del matrimonio. El Antiguo Testamento contenía mandamientos y normas, pero no podía implantar el carácter de Dios dentro del ser humano, porque el Espíritu Santo aún no había sido dado para habitar en las personas (Juan 7:39).

Por eso, Dios permitió ciertas cosas que no reflejaban Su ideal eterno, como el divorcio con carta de repudio. Jesús mismo lo explicó:

“Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así.”
(Mateo 19:8)

La “dureza de corazón” (σκληροκαρδίαsklērkardía en griego) refleja una humanidad caída, carnal, egoísta y sin la capacidad espiritual para mantener una unión de por vida. En otras palabras, Dios toleró el divorcio como una concesión temporal en una época donde el hombre no podía aún comprender ni sostener la imagen divina que el matrimonio representa.


Con la Venida del Verbo: La Revelación del Verdadero Propósito

Cuando Jesucristo vino al mundo, trajo la revelación plena del Padre (Juan 1:18) y la restauración del propósito original: formar una familia divina a Su imagen, con hijos nacidos no de carne, sino del Espíritu (Juan 3:6).

Jesús no sólo explicó el verdadero sentido del matrimonio, sino que lo restauró como símbolo espiritual. Por eso dice:

“El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera” (Mateo 19:9)

“Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Mateo 19:6)

Jesús enseñó que el matrimonio es permanente, no sólo porque es un compromiso, sino porque refleja la unidad eterna de Dios y Su amor inquebrantable por Su pueblo.


Ahora, en Cristo: El Espíritu Santo da el poder para amar fielmente

La diferencia fundamental está aquí: ahora, como cristianos, hemos recibido el Espíritu de Dios.

El Espíritu Santo no sólo es energía o poder, sino que nos da el carácter de Dios. El fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23) incluye todo lo necesario para mantener un matrimonio fiel, amoroso y duradero:

·         Amor (ἀγάπη – agápē): un amor que no busca lo suyo

·         Paciencia: para soportar debilidades

·         Benignidad y bondad: para tratar al cónyuge como un tesoro

·         Fidelidad: para cumplir el pacto, como Dios lo cumple

Ahora sí es posible ser verdaderamente “una sola carne”, no sólo en cuerpo, sino también en alma y espíritu, porque el Espíritu de Dios habita en nosotros.


El Matrimonio: Reflejo Viviente de la Familia de Dios

Hoy entendemos que el matrimonio no es sólo una conveniencia humana, sino una representación viva de la Familia de Dios en expansión.

·         El esposo representa al Hijo, que ama, guía y se entrega.

·         La esposa representa a la Iglesia, que respeta, ama y responde.

·         Ambos representan la unidad que existe entre el Padre y el Hijo.

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.”
(Efesios 5:25)

Cuando comprendemos esto, el matrimonio deja de ser una relación entre dos seres humanos limitados, y se convierte en una escuela divina de amor, sacrificio, perdón y fidelidad, destinada a formar hijos espirituales con el carácter de Dios.


Conclusión

Antes de Cristo, el matrimonio era visto en términos humanos, legales, muchas veces patriarcales o funcionales. Pero ahora, a la luz del Evangelio y con el Espíritu Santo en nosotros, el matrimonio se revela como una manifestación terrenal del propósito eterno de Dios: formar una familia espiritual, santa y unida.

Dios ya no tolera el divorcio como antes, porque nos ha dado lo necesario para vivir su amor en carne y hueso.


 

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