1. ¿Recogía diezmos la
Iglesia Apostólica? Una mirada al Nuevo Testamento
Introducción
Una de
las preguntas comunes entre los creyentes sinceros que desean honrar a Dios con
sus recursos es: ¿debemos dar diezmos como lo hacían los israelitas bajo la Ley
de Moisés? ¿La Iglesia Apostólica, guiada por el Espíritu Santo, practicaba el
diezmo o enseñaba algo diferente? El Nuevo Testamento nos da una respuesta
clara: la Iglesia primitiva no imponía el diezmo, sino que vivía bajo
el principio del amor, la generosidad y la libertad en Cristo.
1. El diezmo bajo la Ley de
Moisés
En el
Antiguo Testamento, el diezmo era un mandato específico para Israel. Era parte
del sistema levítico, destinado a sostener a los levitas, quienes no heredaban
tierras y servían en el tabernáculo.
Este
sistema formaba parte de la ley ceremonial, que apuntaba al antiguo pacto y al
templo físico. Pero con la venida de Cristo, el sacerdocio cambió (Hebreos
7:12), y el templo ya no es un edificio, sino la comunidad de creyentes en
quienes mora el Espíritu Santo (1 Corintios 3:16).
2. Jesús menciona el diezmo,
pero a los fariseos
Jesús
menciona el diezmo solo en el contexto de los fariseos, quienes aún vivían bajo
la ley:
Aquí,
Jesús no está enseñando a sus discípulos a diezmar, sino corrigiendo la
hipocresía de quienes practicaban la ley sin amar a Dios ni al prójimo.
3. La Iglesia Apostólica:
comunión, no imposición
Tras
la resurrección de Cristo y el derramamiento del Espíritu Santo, la comunidad
cristiana vivió un modelo muy distinto. En vez de una imposición legal,
practicaban la comunión voluntaria de bienes:
“No había entre ellos ningún necesitado…”
(Hechos 4:34)
Esto
no era comunismo forzado, sino el fruto del amor de Dios en los corazones
transformados. Era una entrega voluntaria, guiada por la fe y el deseo de
suplir las necesidades de los hermanos.
Incluso cuando un creyente
decidió vender una propiedad, la entrega era libre:
“¿No te quedaba a ti, y vendida, no estaba en tu
poder?”
(Hechos 5:4)
4. Las ofrendas en las cartas
apostólicas
El
apóstol Pablo no impuso un porcentaje, sino que enseñó a dar según lo
que cada uno proponga en su corazón, sin presión:
También estableció una práctica
ordenada:
“Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, almacenándolo, para cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” (Aunque en este caso está hablando de granos o alimentos, al decir que se debería almacenar o guardar, confirmado por el lenguaje del siguiente versículo, "Y cuando haya llegado, a quienes hubiereis designado por carta, a estos enviaré para que lleven vuestro donativo a Jerusalén").
(1 Corintios 16:2)
Las
ofrendas no eran para construir templos, ni para enriquecer a líderes, sino
para ayudar a los hermanos necesitados, especialmente en
Jerusalén, donde había persecución y escasez.
5. ¿Y qué del sustento a los
obreros del evangelio?
Pablo
reconoció el derecho de los ministros del evangelio a recibir sustento,
comparándolo con los sacerdotes del templo:
“Así también ordenó el Señor a los que anuncian el
evangelio, que vivan del evangelio.”
(1 Corintios 9:14)
Sin embargo, él mismo renunció
a ese derecho muchas veces para no ser tropiezo:
Esto
demuestra que el ministerio en la Iglesia apostólica no era un negocio, sino un
servicio, sostenido por la fe y el amor de los creyentes.
Conclusión
La
Iglesia Apostólica no recogía diezmos como en el sistema levítico, sino que
vivía bajo la gracia, la libertad y la comunión del Espíritu. Las ofrendas eran
voluntarias, generosas, motivadas por el amor y dirigidas a
suplir necesidades reales dentro del cuerpo de Cristo.
En
lugar de preguntar “¿cuánto debo dar?”, el verdadero discípulo de Cristo
pregunta:
“¿Cómo puedo amar a mis hermanos con lo que Dios me ha dado?”
2. ¿Qué tipo de ofrendas recogía la Iglesia Apostólica?
Evidencia de ayudas materiales y alimentos
La
Iglesia del Nuevo Testamento no implementó el sistema levítico del diezmo como
obligación para sus miembros. En su lugar, encontramos un modelo de solidaridad
fraternal y ayuda voluntaria hacia los necesitados, especialmente los creyentes
en Jerusalén que sufrían pobreza y persecución. Un análisis detallado del
contexto histórico, cultural y lingüístico revela que las ofrendas no
consistían solamente en dinero, sino sobre todo en bienes materiales como
granos, vino, aceite y otros alimentos no perecederos.
El contexto de la escasez en
Jerusalén
La
iglesia en Jerusalén enfrentaba circunstancias difíciles. Había sido duramente
golpeada por la persecución (Hechos 8:1), y muchos creyentes habían perdido
propiedades y medios de sustento:
"...aceptasteis con gozo el despojo de
vuestros bienes, sabiendo que tenéis una herencia mejor" (Hebreos 10:34).
A esto se sumó una gran hambruna
anunciada por el profeta Ágabo:
"Se levantó uno de ellos llamado
Ágabo, que predecía por el Espíritu que vendría una gran hambre en toda la
tierra habitada... Entonces los discípulos determinaron enviar, cada uno
conforme a lo que tuviera, socorro a los hermanos que habitaban en Judea"
(Hechos 11:28-29).
Esta situación explica por qué
Pablo organizó una recolecta entre las iglesias gentiles.
El caso de 1 Corintios 16:1-3
Pablo da instrucciones
específicas a los creyentes de Corinto:
"Cada primer día de la semana, cada
uno de vosotros ponga aparte algo, guardándolo según haya prosperado, para que
cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. Y cuando haya llegado, a
quienes hubiereis designado por carta, a ellos enviaré para que lleven vuestro
donativo a Jerusalén" (1 Corintios 16:2-3).
La
expresión griega "τις παρ’ ἑαυτῷ τιθέτω θησαυρίζων" ("cada uno ponga aparte junto
a sí mismo, atesorando") indica una acción personal y privada en
casa, no una colecta pública durante una reunión.
Además,
la palabra usada para "ofrenda" no es "dinero" (chrēmata),
sino "λογεία"
(logeia), término que puede referirse a una recolecta voluntaria, especialmente
de bienes.
La logística indica carga
material, no solo dinero
Pablo
no llevó él mismo las ofrendas, sino que propuso enviar varios hermanos
aprobados por la congregación:
"Enviaré con cartas a quienes ustedes
aprueben, para que lleven su ofrenda (charis) a Jerusalén" (1 Corintios
16:3).
Esta
necesidad de múltiples emisarios tiene sentido si consideramos
que lo transportado era carga material significativa: sacos de
grano, ánforas de aceite, vino o frutos secos. ¡No se necesita una comitiva
para llevar unas pocas monedas!
La
ayuda se compara con un "servicio" (diakonía) en Romanos 15:25 y 2
Corintios 8:4, término que indica una acción práctica, tangible, de beneficio
directo para los necesitados.
Una acción motivada por amor, no
por ley
A
diferencia del diezmo bajo la ley mosaica, estas ofrendas no eran impuestas ni
obligatorias. Eran actos de gracia (charis), de generosidad
espontánea según la prosperidad de cada uno.
"Cada uno dé como propuso en su corazón: no
con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre" (2
Corintios 9:7).
Conclusión
La
evidencia interna y contextual del Nuevo Testamento indica que la iglesia
apostólica no recogía diezmos obligatorios, sino que organizaba ofrendas
voluntarias, muchas veces en forma de alimentos y bienes
materiales, para ayudar a los hermanos en necesidad. Estas ofrendas
eran almacenadas por cada miembro en su casa, y luego transportadas por varios
emisarios, lo que confirma su carácter físico y práctico. Era una expresión de
amor fraternal, no un requisito legal.
Este
modelo nos invita a reflexionar sobre el verdadero sentido de compartir y
ayudar, no desde la imposición, sino desde el corazón guiado por el Espíritu de
Dios.
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