Thursday, June 12, 2025

DIEZMO Y OFRENDAS SEGUN LA BIBLIA

 


El Diezmo y las Ofrendas según la Biblia: Un Enfoque Apostólico

Introducción

El tema del diezmo y las ofrendas ha sido motivo de debate y controversia dentro del cristianismo moderno. Muchas iglesias enseñan el diezmo como una obligación financiera del creyente, generalmente interpretado como entregar el 10% de los ingresos a la institución religiosa. Sin embargo, cuando examinamos cuidadosamente las Escrituras, observamos que el diezmo en la Ley de Moisés no era un impuesto uniforme, ni siempre tenía como destino el templo ni a los sacerdotes. Existían diferentes tipos de diezmos con propósitos específicos, y además, Jesucristo mismo corrigió el mal uso de las ofrendas cuando éstas desplazaban responsabilidades más importantes, como el cuidado de los padres.

Este artículo explora lo que enseña la Biblia sobre el diezmo y las ofrendas, especialmente desde la perspectiva de la Iglesia Apostólica, que sigue las enseñanzas originales de Cristo y los apóstoles.


1. El Diezmo Levítico (cada tres años)

El primer tipo de diezmo mencionado en la Ley es el diezmo trienal, también conocido como “el diezmo para los pobres”. Según el libro de Deuteronomio, este diezmo se recogía cada tres años y se almacenaba en las ciudades, no en el templo:

“Al cabo de tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año y lo almacenarás en tus ciudades. Vendrá el levita, que no tiene parte ni heredad contigo, el extranjero, el huérfano y la viuda que haya en tus poblaciones, y comerán y se saciarán, para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que emprendas” (Deuteronomio 14:28-29).

Este diezmo no era entregado directamente a los sacerdotes, sino a los levitas, quienes se encargaban de administrarlo y repartirlo entre ellos mismos, los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Los levitas, por su parte, entregaban el diezmo del diezmo a los sacerdotes (Números 18:26-28). Este modelo muestra que el propósito central era el sostenimiento social y comunitario, no el enriquecimiento religioso.


2. El Diezmo Festivo (anual)

Otro diezmo, también establecido por la Ley, era un diezmo anual que tenía un propósito completamente distinto: permitir que cada israelita participara con gozo en las fiestas solemnes de Dios, especialmente la Fiesta de los Tabernáculos:

“Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rinda tu campo cada año. Y comerás delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escoja... el diezmo de tu grano, de tu vino, de tu aceite, y las primicias de tus manadas y tus ganados, para que aprendas a temer a Jehová tu Dios todos los días” (Deuteronomio 14:22-23).

Este diezmo no se daba a los levitas ni al templo, sino que era para el mismo israelita y su familia, para celebrar y alegrarse delante de Dios. Si el lugar de la celebración estaba lejos, se permitía convertir el diezmo en dinero y comprar lo necesario:

“Y gastarás el dinero en todo lo que deseas: vacas, ovejas, vino o sidra, o cualquier cosa que tú desees; y comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia” (Deuteronomio 14:26).

Este mandato refleja el deseo de Dios de que su pueblo celebre con gratitud y alegría, en familia, y en comunión con Él.


3. Jesucristo y las Prioridades de la Ley

Cuando Jesús estuvo en la tierra, confrontó con fuerza la hipocresía religiosa. Una de sus enseñanzas más claras tiene que ver con el quinto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre”. Él denunció cómo los fariseos permitían a los hijos evadir esta responsabilidad bajo un pretexto religioso:

“¿Por qué quebrantáis vosotros el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre… Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición” (Mateo 15:3-6).

Según el texto paralelo en Marcos 7:9-13, esta costumbre se llamaba corbán (ofrenda). Jesús declara que quienes actuaban así cometían pecado, porque dar al templo no podía justificar el descuido de los padres.

Además, Jesús recordó que “el que maldice a su padre o madre debe morir” (Éxodo 21:17), y explicó que este maldecir incluía el menosprecio: es decir, cuando alguien daba a sus padres una cantidad muy inferior a la necesaria, los estaba deshonrando y despreciando.


4. La Iglesia Apostólica y las Ofrendas

En el Nuevo Testamento, después de la resurrección de Cristo, el sistema levítico fue reemplazado por un nuevo pacto espiritual. No se encuentra en ninguna parte del Nuevo Testamento un mandato apostólico de imponer un diezmo obligatorio.

En cambio, la comunidad de creyentes compartía con generosidad y voluntariedad. Las ofrendas eran usadas para ayudar a los pobres, viudas y necesitados:

“Y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:45).
“No había entre ellos ningún necesitado...” (Hechos 4:34-35).

Pablo enseñó que cada uno debe dar según lo que propuso en su corazón, no por obligación ni bajo presión:

“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).

Y también reafirmó la prioridad de cuidar de la familia:

“Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Timoteo 5:8).
“Si algún creyente o creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea grabada la iglesia” (1 Timoteo 5:16).

Así, vemos que el espíritu del evangelio promueve la responsabilidad familiar, la generosidad voluntaria y el cuidado del prójimo, no el cumplimiento ritualista de porcentajes.


Conclusión

El diezmo, según la Ley de Moisés, no era un solo concepto, sino un sistema amplio que incluía ayuda a los pobres, celebración familiar y sostenimiento sacerdotal. En el tiempo de Jesús y los apóstoles, este sistema fue transformado por una enseñanza centrada en el amor, la justicia, la familia y la compasión.

Jesucristo dejó claro que honrar a los padres está por encima de cualquier tipo de ofrenda. Y la Iglesia Apostólica original no impuso el diezmo, sino que practicó la generosidad responsable, dando prioridad a los necesitados y a las familias.

Por tanto, si queremos volver al ejemplo de Cristo y de los apóstoles, debemos reexaminar con humildad cómo usamos los recursos, qué enseñamos sobre las ofrendas, y a quién estamos ayudando con ellas. El verdadero sacrificio que agrada a Dios es el amor puesto en acción.


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