Diezmos cada tres días: cuando la burla profética se vuelve realidad
Una escena incómoda en el templo
moderno:
Un hombre bien vestido,
con saco impecable, corbata ajustada y un reloj de lujo, sostiene una bolsa
abierta. Frente a él, una viuda frágil, un huérfano descalzo, un campesino
fatigado y un indígena silente depositan monedas. En el fondo, un púlpito y una
cruz observan en silencio.
Malaquías: el juicio a los líderes religiosos
Malaquías 3:10 suele citarse como mandato incuestionable:
“Traed todos los diezmos al alfolí…”
Pero el contexto lo
cambia todo. El libro entero fue dirigido a los sacerdotes, no al
pueblo. Desde el inicio, el tono es de juicio:
“Ahora pues, oh sacerdotes, para vosotros es este mandamiento…” (Mal. 2:1).
El versículo 3:5 señala lo que realmente provocaba la ira divina:
“Seré pronto testigo contra... los que defraudan en su salario al jornalero, a la viuda y al huérfano, y los que hacen injusticia al extranjero…”
En otras palabras:
cuando los pastores enriquecen sus ministerios exigiendo sacrificios de los más
necesitados, el diezmo se convierte en opresión.
Amós 4: cuando el culto se vuelve sarcasmo
El profeta Amós utiliza una sátira feroz contra los líderes religiosos de su tiempo:
“Id a Bet-el, y prevaricad… traed de mañana vuestros sacrificios, y vuestros diezmos cada tres días.” (Amós 4:4)
No era una exhortación
espiritual. Era una burla profética: “¡Sigan haciendo lo que más disfrutan!
¡Rituales vacíos y apariencias!”
En contraste, el
verdadero diezmo —según Deuteronomio 14:28–29— se recolectaba cada tres
años, no cada semana. Su propósito era alimentar a los levitas, huérfanos,
viudas y extranjeros. No engordar templos ni sostener lujos religiosos.
El diseño septenal del diezmo: sabiduría olvidada
Dios instituyó un sistema de justicia económico basado en ciclos de siete años:
·
Años 1, 2, 4 y 5: el diezmo era para que cada familia celebrara con gozo
la Fiesta de los Tabernáculos.
·
Años 3 y 6: se recogía para levitas y necesitados.
·
Año 7 (sabático): la tierra descansaba. No se sembraba, no se diezmaba.
Dios prometía bendecir con abundancia en el año 6 (Lev. 25:20–22).
Este modelo enseñaba gratitud,
redistribución y dependencia en la provisión divina. Hoy, se promueve
constancia ritual, carga semanal, y temor a la “maldición” si no se entrega el
10%.
¿Quién torció el propósito?
La religión sin justicia no es religión
Santiago lo deja claro:
“La religión pura y sin mácula… es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas…” (Santiago 1:27)
No se trata de diezmar
más. Se trata de amar mejor. De redistribuir. De cuidar al prójimo. De
dejar que el Evangelio pese más que la tradición.
Epílogo: la mirada del hombre del saco
Volvamos a la escena. El
hombre elegante observa las monedas cayendo en su bolsa. Silencioso. Tal vez
avergonzado. Tal vez despertando.
Tal vez, sea tiempo de vaciar la bolsa… y sentarse con ellos.
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